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¿Qué hago para que mi hijo tenga confianza en sí mismo?

  • Foto del escritor: Joanna Lazo de la Vega
    Joanna Lazo de la Vega
  • 4 ago 2024
  • 10 Min. de lectura

Texto de/inspirado en libro:

El cerebro del niño explicado a los padres.     

-Dr Álvaro Bilbao


Contenido:





¿POR QUÉ ES IMPORTANTE LA CONFIANZA? 


Un buen vínculo puede ayudar a que el niño desarrolle amor por sí mismo pero la otra cara de la autoestima está en la confianza. Es difícil construir una buena autoestima si no se complementa con una buena dosis de confianza.


Estoy seguro de que no hay una madre, un padre o un maestro que no quiera que sus hijos o alumnos desarrollen gran confianza en ellos mismos y se sientan capaces de hacer realidad sus sueños. Sin embargo, como podrás comprobar, a veces somos los propios educadores los que sembramos duda en el cerebro del niño.


Sabemos que la confianza tiene un componente genético. Sabemos que hay un gen en el cromosoma 17 que predispone a cada uno de nosotros a tener un mayor o un menor grado de confianza.


Sin embargo, hay un hecho sorprendente. Cualquier niño gana confianza cuando las condiciones son propicias. Cuando desaparece el que organizaba el equipo de fútbol, siempre ocupa otro su lugar. Cuando desaparece el hermano mayor, el pequeño se vuelve más resuelto y responsable. Igualmente, cuando se ausenta la mamá o desaparecen los compañeros de su edad y aparecen los más pequeños, todos los niños ganan seguridad. Esto nos habla de que todos los niños tienen la capacidad de tener un alto grado de confianza en sí mismos.

Solo necesitan las condiciones propicias: sentir la responsabilidad y la confianza de cuantos estén a su alrededor.


NO QUIERO QUITARLE A MI HIJO LA CONFIANZA EN SÍ MISMO

¿QUÉ PUEDO HACER PARA EVITARLO?


Sin lugar a dudas, una de las cosas que más perjudican la confianza del niño es el exceso de celo o protección. Sé que puede ser difícil no intervenir cuando vemos que nuestro hijo va a tropezar o cuando sentimos que está enfrentándose a una situación en la que podría irle mejor con un poco de ayuda. Sin embargo, es en estas situaciones en las que su cerebro necesita más de nuestra confianza. Cuando un niño se enfrenta a un desafío, a una situación de la que puede no salir airoso, su cerebro adquiere un estado de afrontamiento.

Hay dos grandes protagonistas en el cerebro en lo que a confianza se refiere. En primer lugar, tenemos a la «amígdala». Esta estructura es una de las partes más importantes del cerebro emocional. Funciona como una alarma que se activa cada vez que el cerebro detecta una situación peligrosa. En segundo lugar, el lóbulo frontal en el cerebro racional ejerce una función de control, ofreciendo al niño la posibilidad de dominar el miedo y de seguir. El lóbulo frontal es capaz de poner límites al miedo. Así que siempre que hay una situación de cierto peligro estas dos partes del cerebro libran una batalla para ver quién tiene más fuerza. Si gana la amígdala, el niño se sentirá asustado. Si gana el lóbulo frontal, dominará el miedo.


EJEMPLO PRÁCTICO

Cómo intervenir como padres:


Supongamos que un niño que lleva pocos meses caminando se afana por trepar a la banca de un parque. En este escenario, hay tres posibles alternativas:

1) que el papá no intervenga

2) que intervenga con calma

3) que lo haga asustado.


Si su papá o su mamá están tranquilos, su cerebro se mantendrá alerta, aunque el niño tropiece o sienta cierta ansiedad. Si los padres intervienen. estarán quitando el papel protagonista la determinación del niño. Su cerebro emocional no se sentirá tranquilo porque no es el propio niño, quien lo controla, sino que aprenderá que necesita su papá o a su mamá para sentirse bien. Si la mamá da un grito sale corriendo el niño detecta una expresión de pavor en la cara de sus papás, su cerebro liberará la señal de alarma. en este caso, la amígdala se activará y el niño sentirá inmediatamente pavor.


En este sentido, independientemente del punto de partida de cada niño, la confianza de este depende directamente de la confianza que sus padres depositen en él. Si sus padres se pasan todo el día preocupados por su salud, seguridad o bienestar, el cerebro del niño solo puede entender dos cosas: que el mundo es peligroso y que no es del todo capaz de enfrontarse la vida por sí mismo. Ante cualquier desafío o novedad, el niño sentirá en su amígdala una señal de alarma que lo hará reaccionar con miedo, buscando huir del reto y escondiéndose detrás de la falda de su mamá. Sin embargo, aquellos niños en los que sus padres han depositado más confianza serán capaces de activar los circuitos de afrontamiento y de mantenerlos firmes incluso ante la incertidumbre.


Historia: Una vieja historia de confianza relata cómo dos hermanos de siete y cinco años de edad quedaron atrapados en un incendio en un momento en el que su mamá, irresponsablemente, se había ausentado de casa. No se dieron cuenta del peligro hasta que las llamas llegaron a la puerta de su dormitorio. De alguna manera consiguieron abrir el seguro de la ventana, desenganchar la pesada escalera de emergencia y descolgarse por ella hasta la seguridad de la calle. Cuando los vecinos y curiosos preguntaron cómo dos niños tan pequeños habían conseguido realizar semejante proeza, el jefe de bomberos no dudó en su respuesta: «Lo consiguieron porque no había ningún adulto que les dijera que no iban a ser capaces de hacerlo solos».

Sé que a veces actuar desde la confianza es difícil. Reconozco que vemos al niño como un ser dependiente al que hay que proteger. Lo que yo suelo hacer es: le ayudo al principio y después espero a ver qué pasa.


Ejemplo: Hubo un momento, a comienzos del verano pasado, en que noté que mis hijos mayores habían perdido confianza, especialmente cuando estaban en el parque rodeados de otros niños. Mi esposa y yo lo hablamos y yo estuve dándole vueltas durante un par de días. Una y otra vez me venía a la cabeza el principio de que todo niño es como un árbol destinado a desarrollarse plenamente, y enseguida comprendí que lo que necesitaban de nosotros era un poco más de confianza. Inmediatamente lo hablé con mi mujer y, aunque sacó todo su instinto de protección y temí dormir en el sofá el resto de la semana, hicimos un pequeño experimento en un parque.

Lo habitual en nosotros habría sido acercarnos a ellos varias veces para ponerles y quitarles el jersey, pedirles que no subieran a ciertos lugares o ponernos a jugar con ellos. Ese día decidimos pasar la tarde de parque sin hacerles ningún comentario en absoluto. ¡Fue maravilloso! Los niños fueron y vinieron, pidieron su jersey cuando tuvieron frío y agua cuando tuvieron sed, se atrevieron a subir donde normalmente les daba miedo hacerlo e hicieron una pandilla de amigos de todas las edades con los que corrieron y jugaron.

Realmente disfrutaron con otros niños como hacía tiempo no recordaba verlos disfrutar.


He podido comprobar una y otra vez cómo confiar en el niño, estar quieto y mirar me ofrece un espectáculo maravilloso en el que el niño, la mayor parte de las veces, se desenvuelve con total confianza. Ese verano aprendimos una lección muy importante: en lo que a confianza se refiere, menos es más. A continuación vas a poder ver una tabla con algunas de las situaciones en las que es mejor que dejes a tu hijo actuar libremente y en las que la intervención de los padres es necesaria.

Situaciones en las que NO conviene proteger al niño

Situaciones en las que DEBEMOS proteger al niño

Cuando está jugando solo y entretenido

Peligro de lesión o accidente

Cuando esta interaccionando con otros adultos

Peligro de muerte

Cuando ha tomado una decisión sobre algo (aunque se pueda mejorar)

Peligro de intoxicación

Riesgo de pequeño golpe o caída

Conductas con agresión física

Riesgo de rasguños o sustos

Situaciones de abuso

Discusiones leves con hermanos o compañeros

 

Cuando está jugando con otros niños

 

 

DILES MENSAJES POSITIVOS A TUS HIJOS


Otra buena estrategia para construir confianza en el niño es ofrecerle mensajes positivos. Los mensajes negativos («Eres flojo», «Lo estás haciendo mal») no ayudan al niño a hacer las cosas mejor y, por el contrario, pueden provocar ansiedad y bajar su autoestima.


A) Utiliza el refuerzo; dale a tu hijo mensajes positivos cuando se supere a sí mismo.

Puede que esté realizando algo realmente difícil, que esté muy concentrado, que se esté esforzando, que dé muestras de valentía o simplemente que haya conseguido hacer algo que no pudo hacer el verano pasado. Ofrecerle mensajes como «Has sido muy valiente», «Te has concentrado muy bien», van a ayudarlo a confiar en sí mismo.


B) Reconocer la actitud del niño.

Sabemos que cuando a un niño le reconocemos el resultado (por ejemplo, «Este rompecabezas te ha salido muy bien»), las neuronas encargadas de conseguir recompensas buscarán otras tareas que pueda realizar bien, porque han aprendido que la recompensa aparece cuando la tarea sale bien.

Así, cuando el resultado no es el que esperaba, el niño tiende a evitar tareas complejas o que tienen cierto riesgo de fracaso, y se frustra de una manera desproporcionada, llegando incluso a evitar tareas difíciles a toda costa. 

Sin embargo, cuando al niño se le reconocen otras variables más interesantes desde el punto de vista de lo que está ocurriendo en su cerebro, como, por ejemplo, lo concentrado que ha estado, lo ingenioso que ha sido al resolver un problema, lo que ha disfrutado haciéndolo o el esfuerzo que ha puesto en la tarea, el niño va a buscar tareas que sean un poquito más difíciles y que le permitan seguir esforzándose, superándose y disfrutando de su capacidad de pensar, concentrarse y resolver tareas.


IMPORTANTE: No hay una fórmula o frase perfecta, porque en cada momento cada niño se vale de un tipo de habilidad para conseguir lo que quiere. 



La clave está en hacer énfasis en la habilidad que puso en práctica el niño en cada momento y apoyarlo también cuando utiliza herramientas que normalmente no suele utilizar. 



EJEMPLO PRÁCTICO

Cómo transmito mensajes positivos.


Para conseguirlo, solo debes estar atento mientras se enfrenta a las tareas y hacerte preguntas sencillas. ¿Cómo consiguió abrir aquella cajita? ¿Fue perseverancia? ¿Ingenio? ¿Cómo estuvo mientras hacía ese dibujo? ¿Se mostró atento a los detalles? ¿Concentrado? ¿Controló que no se saliese de la línea? ¿Lo disfrutó?

En realidad, no hace falta que insistas mucho en el refuerzo ni que hagas grandes aspavientos, porque su cerebro ya sabe cómo lo hizo y ya siente la satisfacción de haberlo logrado. Posiblemente baste con no premiar solo el resultado, y valorar su esfuerzo, concentración o perseverancia cuando así lo demuestre.



QUIERO QUE MI HIJO SEA RESPONSABLE.


Para que tu hijo tenga confianza en sí mismo, es vital que tenga responsabilidades.


La responsabilidad es una parte obligatoria de la existencia.

A muchas personas, la palabra «responsabilidad» les transmite crudeza.

¿no es demasiado duro que un niño de dos años tenga responsabilidades?

Sinceramente, creo que no, no lo es. Desde mi punto de vista, la responsabilidad no es otra cosa que ocuparse de uno mismo, y educar en la responsabilidad es una magnífica oportunidad para enseñar a los niños a cuidarse y a saberse valer por sí mismos.


La responsabilidad es una manera excelente de desarrollar la confianza del niño.


Todo niño puede hacerse responsable de muchas tareas que conciernen a su educación y cuidado.

Cuanto antes comience a realizarlas, menos duro le parecerá hacerlas y más confianza adquirirá en sus propias capacidades. Lo más interesante es que a los niños les encanta tener responsabilidades. Para ellos es una oportunidad de descubrir cosas nuevas y aprender a dominar su entorno.

Puedes empezar desde el mismo momento en que el niño empieza a caminar. Al igual que hacen en la escuela, los niños pueden -y, desde mi punto de vista, deben- ayudar a guardar sus juguetes y también pueden tirar su pañal al cubo de la basura.


EJEMPLO PRÁCTICO

Tareas del hogar

A medida que crecen puedes enseñarles a echar la ropa sucia al cesto, a recoger su taza cuando terminan de desayunar o a limpiar aquello que ensucian -por ejemplo, la leche que se derramó sobre la mesa-. No es ningún castigo si tú lo tratas con toda la naturalidad que tiene el hecho de que ellos mismos se ocupen de sus cosas en la medida en que puedan ir haciéndolo -solos o con un poco de ayuda-. En cada edad hay una serie de tareas que el niño puede asumir y que lo ayudan a sentir confianza en sí mismo, a la vez que aprende a contribuir a las tareas domésticas. Puedo asegurarte que les va a encantar ocuparse de sus propias tareas y crecerán sintiéndose satisfechos y capaces de cuidar de sí mismos.

Aquí te muestro algunas ideas de quehaceres y responsabilidades en el hogar que pueden tener tus hijos en diferentes edades.


Fuente: Homomaternal


Otro ejemplo:





CÓMO DEJAR QUE NUESTROS HIJOS TOMEN DECISIONES


Ya hemos visto la importancia que tiene la empatía para que el niño entienda que todos sus sentimientos son importantes y valiosos. Saber que podemos estar enfadados, contentos o frustrados en distintas situaciones —respetando siempre los derechos de los demás- es una buena fuente de confianza en uno mismo. Otra área importante en el desarrollo de la confianza, en la que a veces los padres patinamos, es la toma de decisiones. Es habitual que los papás y las mamás nos empeñemos en ayudar a nuestros hijos a tomar mejores decisiones. Un ejemplo típico puede ser el siguiente:

«Paula,¿qué quieres para tu cumpleaños?»«Un paquete de chicles de fresa, mamừPero, Paula, eso es muy poquito, ¡puedes pedir algo más grande!». Distintas versiones de esta sencilla conversación se repiten cada año alrededor de las fechas más señaladas, y el resultado suele ser el mismo. La niña, que estaba ilusionada con un paquete de chicles, acaba pidiendo una muñeca que no le hace ni pizca de ilusión.

Muchas personas se sienten inseguras a la hora de tomar decisiones. No saben qué ropa ponerse, se muestran indecisas respecto a lo que deben pedir en un restaurante, no están seguras de si deben decir esto o aquello, y acaban convirtiéndose en auténticos jardineros de su particular jardín de dudas, indecisiones y dilemas.

Una parte de su cerebro siempre tiene claro lo que quiere, aunque hay otra que los hace dudar. En este sentido, el cerebro es como una discusión entre el cerebro racional y el emocional. La duda casi nunca parte del lado de la emoción, sino que suele ser un componente que aparece desde el de la razón.

En realidad, sabemos que la inmensa mayoría de las decisiones -bien sea pedir un plato en un restaurante, elegir pareja o comprar una casa- son tomadas por el cerebro emocional; en la mayoría de los casos, el cerebro racional solo se encarga de justificarlas o de dar una razón lógica para explicar la decisión que tomamos de una manera visceral.

De hecho, está comprobado que las decisiones más acertadas suelen provenir del cerebro emocional, más que del racional. También está comprobado que aquellas personas que ponderan las alternativas desde un punto de vista más racional suelen ser más inseguras y toman peores decisiones. Por todo ello, y aunque pueda parecer lo contrario, una buena manera de ayudar a tu hijo, a tomar mejores decisiones, es dejarlo decidir.

Inteligencia emocional: permitirle tomar decisiones guiándose por sus instintos y confiar en que aprenda de sus errores. Está claro que se equivocará, ¿quién no lo hace? Lejos de prevenir cada uno de sus errores, la mejor estrategia consiste en enseñarle a confiar en sí mismo y ayudarlo a aprender las lecciones positivas y negativas de estos.

 

CONCLUSIÓN

La confianza es uno de los mejores regalos que podemos ofrecer a nuestros hijos. Un niño que crece sintiendo la confianza de sus padres en él será un adulto que se siente capaz de lograr sus metas y aspiraciones. Evita sobreproteger al niño, confía en él y en su capacidad para desarrollarse plenamente.

Ofrécele responsabilidades y apóyalo tanto en sus emociones como en sus decisiones. No olvides que, cuando quieras motivar su confianza, la estrategia más inteligente es evitar valorar únicamente sus resultados y reconocer, en cambio, su esfuerzo, su concentración o el disfrute a la hora de enfrentar una situación difícil.

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